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Mostrando entradas de enero, 2010

Muy lejos

El azar me ha llevado a un libro. Es un libro frío, de esos que cuando los coges están fríos, aunque las palabras salten echando chispas para huir a través de las sensaciones del lector a la amígdala cerebral. El azar hizo también que ayer una adolescente se expresara igual que el filósofo que escribió el libro. Los pensamientos de la joven y del filósofo me producen tanto frío que cuando los oigo tengo que correr como un gamo (qué más quisiera yo) a por una manta muy bonita que me compré en una tienda sueca para abrigarme mucho. Dice la joven, abrígate, que la existencia de cada persona se repite como una película que se proyectase una y otra vez en la gran pantalla del universo. Se trata del eterno retorno. La misma gente, los mismos paisajes, los mismos errores, la misma muerte. Todo una y otra vez, horrible. Sin posibilidad de rectificación. El mundo se acaba, quién sabe cómo, y todo vuelve a empezar. Se repiten los dinosaurios, Viriato, el papa Borgia, la penicilina. Cada tantos a

Perderlo todo

Pedro Sánchez es alcalde Yebra, un empecinado de los de antes que anda jodiendo la marrana con la mierda del cementerio nuclear. El problema no tendría más importancia si la instalación no contuviese materiales radiactivos que tardarán miles de años en dejar de serlo. Menos mal que sólo se construirá un Almacén Temporal Centralizado (ATC), eso sí donde le dé la real al ministro Sebastián (oyes, ministro, ¿por qué no te vas a tu casa?). Parece que hay otros aspirantes a tan singular instalación: Ascó, Vandellòs y Tivissa en Tarragona y Merindad de Cuesta-Urria (Burgos). Para todos los alcaldes, imagino, tiene más importancia el empleo que la seguridad del almacén que por otra parte según el señor Sánchez consiste en una « infraestructura segura para la salud de las personas y del medio ambiente ». Trescientos puestos de trabajo bien valen una improbable filtración del veneno y la consiguiente contaminación de todo un acuífero, el 19, de 2.700km 2 . Lógicamente, dada la gran cantidad de

Haití

Cuando Dante llegó al infierno se hizo acompañar por Virgilio. Dante sabía que para esa visita necesitaba el mejor guía. En el infierno de La Divina Comedia viven los condenados en círculos concéntricos cada vez más estrechos; en el centro reina Lucifer. Dante, que vivió en la Edad Media, nunca pudo imaginar un lugar peor que ése donde los hombres son cocidos en el fuego o congelados en la llanura donde penan los traidores. Me pregunto qué lugar habría concebido el Divino de haber vivido en nuestro siglo. También sería un territorio desolado, lleno de gente hacinada que vaga en círculos absurdos por un camino roto; un lugar donde nadie comprende la razón de su castigo por lo que allí no crece la esperanza. Tampoco la misericordia. Sería un lugar vacío rodeado de inaccesible abundancia, amarrado al pasado por una tradición intolerable; sin agua, muerto. Y el aire corrompido estaría habitado por los desalmados que se alimentan de la compasión de los hombres. Y los hombres serían negros,

Con firmeza

Primera afirmación rotunda: nadie sabe de economía. Se trata de un axioma, lo que significa que no necesita demostración; no obstante, si te hace falta alguna prueba, mira a tu alrededor y comprueba cómo va la cosa de los cuartos o cuenta el número de parados que conoces. Segunda afirmación rotunda: el tamaño del ordenador no determina su calidad lo diga Agamenón o su porquero. Tercera: cuando nieva y hace frío, mejor quedarse en casa al abrigo de una manta de buen pelo. Cuarta: el concepto « propiedad intelectual » es discutible e incluso espurio, el producto del intelecto es un bien por el que se tiene derecho a cobrar, pero sólo una vez; vale, pueden cobrar dos pero nada más. Quinta: dos y dos son cuatro, y no hay discusión, ni debate, que cambie el resultado. Como ves me he levantado rotundo, será por el hielo de las aceras que me ha infundido el coraje necesario como para exponer aquí mi ideología. Me he levantado rotundo porque quiero empezar el año con buen pie, marcando opini

Balance

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Los contables, cuando acaban un ciclo, hacen balance. Juntan churras con merinas, restan, multiplican… En el proceso sólo han visto números como garrapatas extenderse por el registro, seres vivos pero sin alma cuyo resultado final tiene que ser cero; o sea, nada. La suma de todos los apuntes contables de un negocio, vaya bien o vaya mal, siempre es cero. No debe de ser fácil dedicarse al noble arte de echar las cuentas, ni fácil ni esperanzador: por mucho que te esfuerces en crear riqueza, por mucho que te empeñes en modernizar la empresa te va a dar lo mismo, el resultado al final en el libro de contabilidad tiene que ser cero, un número engañoso, un número absurdo; un número vacío, nada. No pasa así con la vida. La vida no suma cero; tampoco sé cuánto suma, supongo que depende del administrador y de la suerte. Digo que no suma cero porque en cada acción, en cada gesto vamos dejando marcas muchas veces indelebles; marcas permanentes a la vez que imperceptibles: un hijo, un verso, una