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Mostrando entradas de enero, 2018

A vueltas con la calle

Los medios de comunicación viven de lo inmediato. Una noticia que tenga más de diez o doce minutos se arruga como una pasa y se desvanece. Pero a veces, por lo que sea, se empeñan en prolongar la frescura del suceso más allá de lo razonable. Por ejemplo, Puigdemont. Y, oyes, cansa, cansa tanto que enfada: he visto a uno tirarle una zapatilla al televisor por si le daba al interfecto;                el calzado acabó rompiendo el retrato de boda, toda una premonición de lo que estaba a punto de ocurrir. ¿Cómo maquillar a un personaje tan rancio para que parezca renovado cada día, y ya de paso porculee lo que quiera? Es cierto que la brevedad del tiempo periodístico exige a los plumillas de una intensidad solo comparable al trabajo agotador en una mina. En ese contexto entiendo que, ahítos (o sea, encabronados), tiren del hilo hasta que se rompa, y se rompe. Chis, pero en Cuenca eso no pasa, quia. Aquí, andamos a vueltas con el alcalde que cada día parece menos inteligente, más cenutr

El erial

  Me he vuelto un auténtico fanático con los libros de segunda mano. El último, el Diario íntimo de González Ruano. Tú te preguntarás por qué ese y no otro de César Vidal. Porque me gusta su bigote de fascista señorito, su impoluta presencia, el elegante desprecio que manifiesta hacia lo vulgar… En realidad, lo que acabo de escribir es una inmensa mentirijilla; lo he comprado porque habla de mi ciudad, de Cuenca, cuando esto era un erial, un campo inculto plagado de moscas en donde brotaban mínimos botones de flor al amparo de su bohemia sombra y otras que me da pereza citar. Don César se alojó en el hotel Iberia, un magnífico edificio que hoy languidece tras la desastrosa gestión de la Fundación de la Caja de Ahorros. Vivió en una habitación desde cuyo balcón se podía ver, de través, la parte alta, y aún la más alta coronada de cerros. Se juntó con unos y otros y cita de pasada que don Eduardo de la Rica, hijo de un anarquista cobardemente asesinado en prisión, llevaba como él

Necrófagos

Andaba yo en cosas del guisoteo —un hervido en olla rápida, no te vayas a creer— cuando en el transistor oigo a un payo del ayuntamiento acusar a la oposición de « necófragos », lee bien: «necóf R agos». Hostica cana. El ignaro, de inhábil dicción, escupía toda su furia por la boca —por la boca muere el pez— apestando a diestro y siniestro en defensa de uno al que llamó «Chema». El «Chema» es el individuo ese que dijo lo de los pobres y los cajeros y que salió retratado en casi todas las televisiones donde era presentado como concejal de Cuenca. ¿Mala suerte? ¿El cruel destino? ¿Reflejo de una realidad infravalorada? Y yo qué puñetas sé. La verdad es que los de Soria defienden lo suyo con una intensidad numantina; los turolenses ídem, eadem, ídem ; «Portacoz», eso de ídem significa: «lo mismo». Y aquí el señor «Portacoz» y el señor «Chema», sacan la espada flamígera para amenazar a todo quisque con llevarlo ante los tribunales donde debidamente sambenitado, en pelota viva, se