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Mostrando entradas de febrero, 2010

Sueños

Si yo fuera jefe utilizaría el dedo para colocar a todo quisque. Oyes tú, fulano, te nombro por la autoridad que emana de mi proverbial dedo jefe supremo de la grapadora. Y fulano, ufano, saldría caminito del pasillo con la cabeza muy alta, agradecido por la magnanimidad que servidor, el jefe, le ha demostrado al confiarle tan alta responsabilidad. Y si otro fulano, mengano, me cayera mal, ¡hala!, que vengas echando leches, inclines la cerviz y pidas disculpas por existir; a la calle y a callar no sin antes una reconvención adecuada. Mi dedo no temblaría porque la gente responsable, servidor, sabe cumplir con su obligación. ¿No me has oído? ¡A la puñetera calle y chitón! El dedo mágico para cambiarle la vida al personal: tú sí, tú no. Como si fueras el obispo que va anatemizando al personal: tú al cielo y tú a la caldera de Pedro Botero de punta cabeza. Menudo dedo, uno con anillo de pedrería fina, como el que lleva el tío Virgilio, ole anillo y ole pedrusco. Con un dedo tan adornado s

Por no hablar de política

Pedrillo, que en paz descanse, tuvo de joven una novia hermosa, de buenas carnes, con la que pasaba el rato hablando de naderías. Pedrillo era muy espabilado y sabía que a las novias de antaño había que aburrirlas para que perdieran la perspectiva y como moscas meleras quedaran presas de patas en el tedio. Luego se echó otra, más emancipada, que lo coronó rey del mambo con la mitad de la parroquia del bar al que acudían a beber vinuzo del de entonces. Al cabo de años, Pedrillo se murió del último mal un día que nevaba y lo llevaron al cementerio en un ataúd que acabó blanco como queriendo decir que el muerto era un alma pura. La primera novia se metió a cajera en una floristería de Madrid para imaginar que todos los caballeros que por allí pasaban la miraban con descaro, cosa cierta debido a su espectacular canalillo, y hasta hubo quien le regaló una margarita como de cera. La segunda se hizo no sé qué para poder ganar buenos cuartos. Nunca se conocieron las dos novias del Pedrillo y n

Marichalar

Desde la sala noble lo cambiaron al ruedo ibérico donde lo escondieron tras la barrera. Estaba impecable como un señorito de provincias: pañuelo y corbata de seda, abanico rojo en la mano izquierda, traje y gesto hechos a medida. El que fuera Grande de España aparecía enhiesto como el surtidor de Silos, sombra de lo que fue, vago recuerdo de un sueño. Todo él sonrisa, una sonrisa recogida sobre el prominente mentón que le disimulaba la mirada perdida, una mirada como esas que se vuelven adentro cuando se anda extraviado por entre los recovecos de la vida. Estaba solo. Habían puesto a Jaime solo entre gentes de humo, personas enajenadas que tampoco miran a nadie. Solo como un intruso en el callejón, a resguardo del toro herido, también de cera, que se entrega a la caricia punzante de la muerte. El jueves pasado, un par de tipos con cara de enterradores de muñecos cogieron el figurín por la cintura y lo llevaron a la habitación donde se almacena lo efímero o quizá a otra donde se recic

Zapatero

Nos movemos por sensaciones, muchas veces arrastrados por el torrente de juicios de valor que difunden los medios de comunicación. Desde el 2004, le toca Zapatero. Los del PP tienen ganas de gobernar y sólo hay un obstáculo que se lo impide: no obtuvieron la mayoría necesaria para hacerlo. El objetivo, en consecuencia, es doble; desacreditar al que en su día los alejó del poder y ofrecerse como valor seguro. En ese proceso, todo vale: el presidente Zapatero es un imbécil, sus hijas están gordas, su gobierno es inoperante… Se mezclan aspectos políticos con los puramente personales demostrando que el descrédito tiene su fundamento en odios atávicos más que en análisis mesurado de la realidad. Es cierto que el presidente ha cometido errores y que los seguirá cometiendo porque sólo el que hace corre el riesgo de errar. Es cierto que su gobierno necesita una urgente remodelación sobre todo porque no parece que haya sintonía en el seno del ejecutivo. Es verdad que Zapatero se ha equivocado a