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Mostrando entradas de agosto, 2009

Palcos

Si sabes la diferencia que hay entre ser tonto y estar tonto, conoces la esencia de la vida; eres capaz de distinguir entre lo permanente y lo transitorio, entre lo privado y lo público, entre lo fundamental y lo accesorio. Eres una persona totalmente preparada para desempeñar cualquier actividad que te propongas y que no exija mucho esfuerzo. El primero que habló de esto fue el sabio Aquilino quien en un libro muy hermoso ya dividía el mundo en tres grandes montones: los que son y los que están. Viene bien que te lo recuerde no vaya a ser que te pase lo que a la señora Fructuosa que por no saber distinguir entre ser y estar se dio a la mala vida y acabó en un asilo para expertas descarriadas, haciendo ganchillo. Tú puedes pasar todo el tiempo creyendo que estás, pero luego llegan lo que mandan de verdad y no te invitan al su propio palco a ver los toros. Has cometido el peor error, no has sabido distinguir; no eres nadie porque no estás donde hay que estar para salir en la foto. En es

Economía la otra

Yo tengo un gallo imbécil que anuncia el día. Primera aclaración, sí, tengo un corral donde conviven animales en aparente régimen mutualista. Segunda, considero imbécil al gallo porque se pone a cantar a la una de la madrugada; vale, es posible que el emplumado no sea tonto y el fallo tenga que ver con que tiene la pila gastada. Da igual, el caso es que el bicho va tan adelantado como el gurú americano que anuncia el final de la crisis. Mi gallo, todo un don Juan, convive con seis gallinas de buena familia que por haber estudiado en colegio de pago conocen como nadie los principios económicos que rigen el mundo; por tanto, no ponen ni un jodido huevo porque piensan, las majaderas, que hay que ahorrar. Para animar el cotarro, he decidido meter conejos entre las gallinas: hay que acabar con la dictadura de las ponedoras; en consecuencia, se ha roto el equilibrio ecológico porque, como los conejos son tan peculiares, les están usurpando el sitio a las aves y de paso devorando los recurs

Vaguedades

Hoy el día se la levantado gris, gris y ventoso. La Agencia Estatal de Meteorología afirma que no va a llover (en mi pueblo se entiende) y, sin embargo, ando algo mosca con el movimiento incontrolado de las nubes que parecen llenas a reventar de agua buena para el campo. Lo de buena, ya sabes, es relativo porque nunca llueve a gusto de todos y a veces cae tanto que arrambla con lo que sea. Hay que ver todo lo que sé desde que estoy recluido en mitad de la nada, harto de tanta paz y tanta puñeta, que voy a tener que ir al médico a que me recete una moto ruidosa o dos. Hoy va a haber problemas para llenar esta columna, ya verás; la he empezado como si fuera una conversación habitual con el vecino en el ascensor: al del noveno b no le largas una reflexión rollo sobre la luz que los augures vislumbran al final del túnel de la recesión, en absoluto, le hablas del tiempo y de la cosecha de uva, aunque sepas que no tiene ni idea ni interés en el asunto: «oyes, ¿y lo que lleva sin llover?, jol

Trabajos

Antes los chicos querían ser futbolistas o mecánicos. Hoy, médicos forenses y jueces; hubo uno que quería ser Paquirrín, pero eso es otra historia (ciertamente muy triste). Lo de forense, porque el muerto no se queja y si pones atención puedes saber quién lo ha matado y todo eso; lo de juez no me lo explico. O sí; a lo mejor para vengarse de los enemigos del cole con sentencias y admoniciones que salgan en la primera página de los periódicos, o quizá para absolver a amiguetes a los que han trincado los guardias por dar positivo en la prueba de alcoholemia. Desde luego que los peores serían los que sólo quieren ponerse el hato negro con puntillas, vamos los que lo hacen por pura coquetería, porque quedan tan elegantes detrás de una mesa de buena madera donde un ebanista ha tallado una señora justicia medio desnuda con una balanza en la mano (una lástima que ya no se lleve, para rematar el uniforme, el gorro negro con pompón que se llama birrete). Hasta aquí hablo de chicos estudiosos, h

Pensamiento único

Una vez vi un puesto callejero de las «Gestoras pro amnistía». En la calle hacía frío porque el otoño había traído gabardinas de lluvia. Recuerdo que dos fulanos vendían insignias y carteles con mensajes que yo no alcanzaba a entender, estaban escritos en galimatías. Me acerqué a ver el género y comprobé que los dependientes parecían enfadados. ¿Cuánto vale la chapa?, les preguntó Luisito, un joven que creía en la reconciliación nacional. Un empleado contestó con tono lacónico y agrio como el que suele usar con la clientela el emprendedor al que le deben y no le pagan; según el «sabio» Sabino Arana parecía español pues era poco tratable y no era ni apuesto ni varonil. Sólo, un siervo: los que habían nacido para señores, el «sabio» dixit, se habían transformado en siervos de la bicha. Este año hace ciento treinta y cinco que un ejército de carlistas asaltó Cuenca a sangre y fuego. A la cabeza venía el cura de Flix; con él, los zuavos con doña María de las Nieves de Borbón y el aspirante