Economía la otra

Yo tengo un gallo imbécil que anuncia el día. Primera aclaración, sí, tengo un corral donde conviven animales en aparente régimen mutualista. Segunda, considero imbécil al gallo porque se pone a cantar a la una de la madrugada; vale, es posible que el emplumado no sea tonto y el fallo tenga que ver con que tiene la pila gastada. Da igual, el caso es que el bicho va tan adelantado como el gurú americano que anuncia el final de la crisis. Mi gallo, todo un don Juan, convive con seis gallinas de buena familia que por haber estudiado en colegio de pago conocen como nadie los principios económicos que rigen el mundo; por tanto, no ponen ni un jodido huevo porque piensan, las majaderas, que hay que ahorrar.

Para animar el cotarro, he decidido meter conejos entre las gallinas: hay que acabar con la dictadura de las ponedoras; en consecuencia, se ha roto el equilibrio ecológico porque, como los conejos son tan peculiares, les están usurpando el sitio a las aves y de paso devorando los recursos que había en el corral. Ellos afirman que no saben de gobierno y que pasan del keynesianismo (una teoría económica que en esencia dice que hay que pagar una pasta gansa al personal). Todo mentira. Los conejos siguen a lo suyo: hacen madrigueras por doquier incluso sin los preceptivos permisos de la autoridad o devoran a crédito la poca hierba que nace. Estoy pensando en reequilibrar el entorno introduciendo un lince que diezme la población de conejos; pero, lo mismo me quedo sin carne para la paella del domingo.

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