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Mostrando entradas de diciembre, 2007

Cuestiones previas

Cultura . La señora Dorotea, fea, guisa como una duquesa, mal. Suele preparar albóndigas tipo Ikea que sirve con la banderita ducal hincada en lo alto de la más gorda. Una generosa ración consiste en ocho o diez pelotas de carne picada con su correspondiente guarnición que ella llama cama de « pommes de terre », vulgo «patates». El otro día, Dorotea descubrió en el fondo de su olla a un infiltrado de la izquierda prosoviética escondido entre la cochura, nadando a contracorriente, cantando canciones verdes y despotricando a voces contra el obispo de Tenerife . Ni que decir tiene que Dorotea, alza la pata y mea, llamó inmediatamente al Director General de estulticias del Excmo. Ayuntamiento para que actuara de ariete contra tamaño desaguisado; el caso es que tras consultarlo con el concejal del departamento de ollas de toda la vida, convinieron en que era mejor cesar al intruso sacándolo del puchero a hostias , siempre que no se marchase voluntariamente, y nombrar a otro amigo: gente d

Ghulam

S e trata de una foto , una foto de boda en la que los contrayentes posan sobre el tálamo nupcial: cojines a modo de almohada y una hermosa cortina roja al fondo. En la habitación predominan los colores cálidos, rojos y ocres; también el verde. El blanco de la pureza apenas si aparece en los pantalones del novio que están manchados de grasa y barro. En la premiada instantánea, la novia mira de reojo a su dueño, en sentido literal, como quien ve pasar las noches de otoño, o quizá como quien mira la lámina de una vulgar rana en un libro de ranas. Ghulam Haider, ella, quería ser profesora. Él, Faiz Mohammed, no y se nota. Se acaban de casar como se casan por ahí según es costumbre. Al igual que en toda fotografía, hay alguien al otro lado de la cámara: Stephanie Sinclair, una mujer de treinta y cuatro años a la que el esposo mira con ojillos de carnero seductor; no consta el aspecto de la artista aunque puede deducirse por la escena que lleva también hiyab cubriéndole el cabello y sayo la

PISA

Piedras en el tejado. Eso es. Todavía no he escuchado a un medico renegar de la práctica de sus colegas en proporciones equivalentes a cómo despotrican fontaneros y profesores. Los fontaneros suelen quejarse de lo mal que ha conectado el otro los malditos grifos; los profesores, igual, siempre hay a mano a quien echarle la culpa: compañeros, Junta de Comunidades (dicen otra cosa) o la madre que parió a Paneque. Hay que dejar claro que tan profesor es el de nenes como el de barbudos; así, los de universidad echan las culpas del escaso nivel a los de bachillerato, estos a los de primaria y los últimos al profesorado de educación infantil quienes reniegan a su vez de la familia, de la televisión y del gobierno que para eso está. Todo un análisis de la realidad educativa. Ahora llega el informe PISA , programa para evaluación del alumnado de diferentes países. El jefe de la cosa, antiguo docente, espeta a los periodistas que los estudiantes españoles «no soportan leer tres líneas y media c