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Mostrando entradas de febrero, 2009

El diputado

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Para llenar la sala de nada, el tipo usa con profusión la lengua de madera, «langue du bois» llaman los franceses al lenguaje vacío. A menudo, el señor diputado acompaña su discurso con gestos y movimientos que le acentúan la vacuidad bajando con rigidez los brazos para decir que sí o meneando todo el cuerpo desde la cadera para negar con vehemencia. Según sople el viento, la sala aplaude o vocifera indignada: el aire del norte que es muy frío exige un pateo generalizado; el del sur, en cambio, trae entre sus manos cerradas ovaciones y gritos de jaleo más propios de un coso taurino de primera categoría. El usía es un panoli, quiero decir que no sirve para nada, y de tanto esforzarse en su oficio se ha convertido en una especie de Gregorio Samsa con corbata de seda porque a lo mejor es que el uniforme imprime carácter gracias a la calidad de la tela. Ahora que llega el carnaval ha decidido bajar de su torre de marfil al bar de la esquina a confraternizar con las clases populares y de p

El árbol caído

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No me gusta hacer leña del árbol caído porque por alguna razón estúpida soy más del árbol que del leñador. Por eso Rajoy me produce una enorme ternura (he dicho ternura) cuando le vienen mal dadas porque se azora, titubea y como el padre condescendiente suelta el guantazo siempre a destiempo. Cuando digo Rajoy me refiero a todos los perdedores; por eso me joroba que les vengan ahora a los peperos con el rollo de la corrupción porque la corrupción no tiene más ideología que «san para mí» y suele crecer a gusto en navíos sin timón; luego la responsabilidad es del capitán. Le pasó a Felipe cuando andaba a voces con Guerra (mi admirado Alfonso); le pasa a esta cúpula de la derecha desnortada y a los nacionalismos periféricos tan graciosos; y también a ustedes si no controlan como se debe los cuartos de la casa. Decía que Mariano me produce ternura, no admiración; al hombre lo han puesto ahí, como títere del pimpampum, para cumplir como pueda con una de las tareas más ingratas: ser imagen d

Desasosiego

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A veces me gustaría romper todos los platos de la casa y empezar de nuevo, lo que pasa es que las vajillas cuestan una pasta y además todas las que he ido viendo en los comercios especializados me han parecido horribles. Por eso me lo pienso siempre antes de tirar un plato por la ventana; no me interesan los viandantes, ni la posible multa por ensuciar la calle (esas multas en mi pueblo no existen); me preocupa tener que cambiar mis hermosísimos platos de duralex (sed lex) por otros de loza de vaya usted a saber dónde los han hecho y con qué barro primigenio que lo mismo tiene impurezas para que luego te pongas malo. Digo que me gustaría romper los platos y echar por la calle de en medio, puñetas, y que salga el sol por Antequera; pero, viendo los sabios consejos de Pepe Blanco o de Solbes me estoy armando de paciencia, lo que quiere decir resignándome. Usted, amable lector(a), se preguntará por la causa de mi desasosiego. Pues no hay un motivo concreto, hay muchos y, según crece la c

Rebajas

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Ayer me preguntaba frente al espejo de una tienda si el tipo del otro lado era o no era yo. «La duda ofende», me dije, «tiene mis ojos, mi poco pelo e incluso la cicatriz en la frente que me hice de niño: ergo, soy yo». Allí, rodeado de maniquíes, no hallaba más razones para reconocerme en aquella imagen ligeramente cóncava que se movía aparentemente a mi gusto. «Sí, soy yo; además, pensará como yo». El continuo trajín me ocultaba entre quienes rebuscaban sonámbulos en los montones de ropa. «Si piensa como yo, actuará como yo». Tonterías, puesto que la caricatura que me miraba fijamente llevaba el reloj en la derecha, señalaba con la izquierda y no recuerdo haber oído su voz aunque esto quizá fuera por el impresionante guirigay que hay siempre en la bien provista sección de oportunidades. Claro que si no soy yo, a lo mejor es otro... Fue cuando me llené de miedos mientras me escondía tras un montón de calzoncillos divinamente estampados con florecitas amarillas. «Si no soy yo, quién l