
Para llenar la sala de nada, el tipo usa con profusión la lengua de madera, «langue du bois» llaman los franceses al lenguaje vacío. A menudo, el señor diputado acompaña su discurso con gestos y movimientos que le acentúan la vacuidad bajando con rigidez los brazos para decir que sí o meneando todo el cuerpo desde la cadera para negar con vehemencia. Según sople el viento, la sala aplaude o vocifera indignada: el aire del norte que es muy frío exige un pateo generalizado; el del sur, en cambio, trae entre sus manos cerradas ovaciones y gritos de jaleo más propios de un coso taurino de primera categoría. El usía es un panoli, quiero decir que no sirve para nada, y de tanto esforzarse en su oficio se ha convertido en una especie de Gregorio Samsa con corbata de seda porque a lo mejor es que el uniforme imprime carácter gracias a la calidad de la tela.
Ahora que llega el carnaval ha decidido bajar de su torre de marfil al bar de la esquina a confraternizar con las clases populares y de paso enterarse de los «eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa», o sea, de lo que pasa por ahí, antes de que el juez justiciero lo cace (¿pillas el doble sentido?) y lo enchiquere por unas cosillas que hizo, nada que no haga todo el mundo, pero que el gilipollas no tuvo la precaución de disimular convenientemente.
No sé por qué tengo el nombre del pringado en la punta de la lengua y no logro acordarme; oye(s), ¿por qué no me echas una mano?
Comentarios
En cuanto a la novia del carnicero, qué le vamos a hacer. (Por ciero, tengo que contarle a padre lo de "asentador de asientos": le dará uno de sus habituales ataques de risa con lagrimilla, (forgiana, por supuesto)).
¡Un abrazo!