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Mostrando entradas de febrero, 2019

Pederastia

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Retablo iglesia de San Pedro, Villaescusa de Haro Don Luis Astrana Marín, uno de esos sabios contradictorios, escribió en 1915 una suerte de libro entre la novela y la autobiografía titulado La vida en los conventos y seminarios . Relatar las virtudes y defectos del erudito sería prolijo; sin embargo, decir que tradujo a Shakespeare al español; biografió a Cervantes, Lope, Quevedo, Cristóbal Colón o Séneca. No me interesan sus contradicciones, fruto del miedo y la indolencia, pero sí la novelita susodicha. Narra su salida con nueve años de Villaescusa de Haro —de flamante retablo—, para adentrarse en conventos y seminarios con la noble intención de ser cura —vocación adquirida a guantazos— y así poder empaparse de latines; hasta hace muy poco esa era la única forma en la que los niños aventajados del medio rural, «pueblos son que no resurgirán nunca», que había de adquirir una sólida formación impartida por aquellos franciscanos en San Clemente.   Tras la formación básica del c

Alfonso Guerra

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Me había engañado Alfonso Guerra. Lo reconozco, soy uno de esos que se tragó la bola de que este individuo era el paladín de la gente humilde. Nunca creí que su hermano fuera un chorizo, ni que él un sátrapa. Lo imaginaba en un caballo blanco arremetiendo sin celada contra una derecha tridentina. Incluso llegué a mostrarme ideológicamente próximo a él: el redactor de la Constitución, el hombre del pueblo hecho a sí mismo. Y una polla. Cuando lo oigo en la tele enredado en un discurso reaccionario lo reconozco; soy de los que piensan que las personas no cambian tanto como parece, y que, en todo caso, cuando se hacen viejas, la piel amarilla deja entrever las venas de lo que esconden. Me he caído del caballo, reniego de este falso santo laico, más cuando abro el libro de Jorge Semprún ( Federico Sánchez se despide de ustedes ) donde lo describe con una precisión quirúrgica: «se dedicaba a representar: hacía el papel de un hombre de Estado estudioso y severo», un actor muy lejos de

Heterodoxia y ridículo

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"Si hay un asesinato planeado para la comida, entonces lo más decoroso es que el asesino tome asiento junto a aquel que será el objeto de su arte, y que se sitúe a la izquierda o a la derecha de esta persona dependerá del método del asesino". Libro de cocina (apócrifo) de Leonardo da Vinci. Si es cierto que la heterodoxia abre el camino al progreso, también lo es que los actos que la justifican han de ser pensados, tener fundamentos, anclarse en la realidad. La heterodoxia no es experimentación sin sentido o el ámbito donde todo vale. Yo, que soy heterodoxo de palabra, obra y omisión sé que en determinados asuntos es preciso ir con pies de plomo, reflexionar antes de obrar, actuar como si cada cosa insignificante no lo fuera. Todo esto viene a pelo con lo del supuesto «relator», el que relata, cuenta, dice lo que pasa, abre la cocina a los ojos del público para mostrar los entresijos que allí se cuecen. Por un lado, el Sánchez, cada vez más payo —o sea,