Alfonso Guerra


Me había engañado Alfonso Guerra. Lo reconozco, soy uno de esos que se tragó la bola de que este individuo era el paladín de la gente humilde. Nunca creí que su hermano fuera un chorizo, ni que él un sátrapa. Lo imaginaba en un caballo blanco arremetiendo sin celada contra una derecha tridentina. Incluso llegué a mostrarme ideológicamente próximo a él: el redactor de la Constitución, el hombre del pueblo hecho a sí mismo.
Y una polla. Cuando lo oigo en la tele enredado en un discurso reaccionario lo reconozco; soy de los que piensan que las personas no cambian tanto como parece, y que, en todo caso, cuando se hacen viejas, la piel amarilla deja entrever las venas de lo que esconden. Me he caído del caballo, reniego de este falso santo laico, más cuando abro el libro de Jorge Semprún (Federico Sánchez se despide de ustedes) donde lo describe con una precisión quirúrgica: «se dedicaba a representar: hacía el papel de un hombre de Estado estudioso y severo», un actor muy lejos de los grandes de la escena, pero capaz de engañar, al menos, a servidor de usted.
García Albiol lo alaba por su visión de España (¡ole!), Casado, el primo de Rivera, lo jalea el sursum corda de la peor derecha que vamos a sufrir si tú no lo remedias (he decidido que tengo que votar, por mera supervivencia, pero en Madrid por no votar a traidores y meapilas). El Mundo  lo describe como «apacible y sereno, preocupado por España». ¿Desde cuándo? Confinado en la irrelevancia, asoma la patita blanqueada por debajo de la puerta, defiende a la Susana y abomina de las primarias porque él, tócate un pie, dice que «conducen inexorablemente al cesarismo», y lo dice quien actuaba como un auténtico virrey que ahora no sabe si votará a Sánchez. Sigue fingiendo en que está por encima de la realidad, que vive en un mundo inventado; quiá, solo está solo, arrinconado en un apartado de la historia que cuenta entre otras cosas que tuvo un hermano chorizo desde un despachito oficial, que anduvo con dos mujeres a tiempo parcial («dicen que tuvo un serrallo / este señor de Sevilla»), que fingía ser un intelectual dedicado en cuerpo y alma al estudio, que…


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