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Mostrando entradas de febrero, 2008

Eclipse

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U na vez vi un eclipse de sol. Estaba en Madrid mirando al cielo provisto de unas gafas que me habían costado un dineral y lo vi. Duró muchísimo, en la capital el tiempo lleva otro ritmo. Recuerdo que en el momento culminante, cuando supuestamente el mundo se iba a quedar a oscuras, la luz ambiente se atenuó un poquito, más o menos como cuando está nublado. A mi alrededor oía comentarios explicando lo que pasaba porque todos habían disfrutado de alguna recomendación para actuar ante el acontecimiento y lo repetían unos a otros: «no mires directamente al sol, esto es un milagro, la fulana se ha liado con el perengano»... Sólo una persona, una mujer vestida de verde, me recomendó que mirase al suelo, y señalaba ahí, adonde la sombra del arbolito se deshace en lunas roídas; un rincón en donde se reflejaba el negativo del firmamento con miles de soles. Era muy hermoso. Amable lector, es posible que te preguntes a qué viene lo de los soles, o que dudes de si esta columna es metáfora de los

Analfabetos

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En el pasado mes de diciembre conocimos una noticia de la que apenas si hubo eco: el INE (Instituto Nacional de Estadística) hizo públicos una serie de datos en un documento titulado «Indicadores sociales» . Entre las frías cifras destaca el índice de analfabetismo en dos de las provincias de Castilla-La Mancha, Cuenca y Ciudad Real, que, en este orden, están a la cabeza de todo el Estado: casi el veinticinco por ciento (24,59% y 23,53%); en el ámbito autonómico, las cosas están mejor, uno de cada cinco de nuestros vecinos no puede leer un libro, tampoco entiende lo que dicen los periódicos: somos los segundos. Desde que se hicieron públicas las cifras han pasado tres meses y a lo peor no les ha dado tiempo a estudiar soluciones contra la plaga; sin embargo sí a prometer a todos los docentes un ordenador portátil (cuidado, baratito, no vaya Vd. a pensar mal) para que echen carreras a ver quién enseña más deprisa. Es un buen principio que no les sirve a los analfabetos pues por definic

Crisis

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Ha llegado el final del ciclo. No hablo de economía. Un último tramo que hemos de recorrer sin asideros ideológicos, sin apoyos que nos permitan saber qué hacer cuando llega la duda. Es como en el circo, ahora sin red, y sin trapecio. Hoy ya no es posible encontrar sustento ideológico para todos nuestros actos: conviven prácticas que nos aferran al pasado con otras cuyo objeto no alcanzamos a vislumbrar del todo. Junto al racismo más casposo, la solidaridad desmedida; aquí la lucha por la igualdad de sexos, al otro lado la tolerancia con el velo que esconde. Eso nos produce desasosiego, quizá el mismo vértigo que siente el toro cuando la cuadrilla lo marea a capotazos y la noble fiera no sabe a dónde acometer. Es la turbación en blanco y negro (sin matices). Es el tiempo del caos ideológico, irracional, que permite a las palabras andar a trompicones por todo el espectro sacrosanto de lo que está bien y de lo que está mal. Así es la crisis, el desbarajuste necesario antes del orden. Cu

Púlpitos

Si hubiera que votar yo no votaría a un obispo, jamás. A un sacristán, a lo mejor, pero a un obispo, no. Votaría a Emilio Lledó, porque sabe como pocos de democracia; a Clara Campoamor, un ser excepcional que luchó por las mujeres o a mi prima la Mere, del comercio, ahora atacada con la crisis económica y las exiguas ventas. Mi conciencia miedosa me exige reflexión, dice «piénsatelo, no es para tanto». Que no, me reafirmo, ni harto a vino votaría a un obispo; quita, quita. No por su mirada estrecha, no por el foco ideológico torcido hacia la derechona, no por el discurso sobreactuado, no por la voluntad de sojuzgar a los que no se someten a su criterio. « ¡Venga, tampoco es para tanto! ». No. Ofenden. Predican el «voto moral», y se entiende que votes al PP porque el documento que acaban de hacer público está calcado del programa del PP y usan el púlpito mediático como altavoz del Partido Popular. Cuando los oigo, añoro a aquellos santos padres que abrían a la gente las puertas del temp