Crisis

Ha llegado el final del ciclo. No hablo de economía. Un último tramo que hemos de recorrer sin asideros ideológicos, sin apoyos que nos permitan saber qué hacer cuando llega la duda. Es como en el circo, ahora sin red, y sin trapecio. Hoy ya no es posible encontrar sustento ideológico para todos nuestros actos: conviven prácticas que nos aferran al pasado con otras cuyo objeto no alcanzamos a vislumbrar del todo. Junto al racismo más casposo, la solidaridad desmedida; aquí la lucha por la igualdad de sexos, al otro lado la tolerancia con el velo que esconde. Eso nos produce desasosiego, quizá el mismo vértigo que siente el toro cuando la cuadrilla lo marea a capotazos y la noble fiera no sabe a dónde acometer. Es la turbación en blanco y negro (sin matices). Es el tiempo del caos ideológico, irracional, que permite a las palabras andar a trompicones por todo el espectro sacrosanto de lo que está bien y de lo que está mal. Así es la crisis, el desbarajuste necesario antes del orden. Cuando esto ocurre, llega el salvador, da igual quien sea, para ver por nuestros ojos y actuar con nuestras manos: una especie de vigilante, quizá un sereno, dispuesto a abrir a empellones las puertas de exiguos cuchitriles intelectivos donde quiere encerrarnos rodeados de anatemas. Claro que si te has liberado del prejuicio y del miedo, es seguro que el usurpador profesional quedará en evidencia y el argumento paralizante se le volverá boomerang. Pero, a pesar de todo, tenemos suerte de poder atisbar a lo lejos las luces del mejor futuro.

Comentarios

Ignacio ha dicho que…
Bendita confusión, bendito espectro, si en ellos podemos intentar dilucidar, cuando menos, el camino que queremos seguir o la moral sobre la que queremos construir nuestra sociedad. Bendita ausencia de ideologías-faro, y que viva la marea en que un solo ciudadano puede, porque así se lo permite la ley, expresarse, ser y ser consecuente con ello.

Antes habría asideros, pero sobraban los moralistas, los sermones y los demagogos que los imponían. Ahora demagogos, sermones y moralistas sigue habiendo, por desgracia. La diferencia es que hoy les hacemos un guiñol, nos reímos lo que queremos de ellos y luego podemos salir a la realidad a escoger libremente.

Bienvenidas sean, pues, esas luces.

Un abrazo, y gracias por la poesía.

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