Eclipse

Una vez vi un eclipse de sol. Estaba en Madrid mirando al cielo provisto de unas gafas que me habían costado un dineral y lo vi. Duró muchísimo, en la capital el tiempo lleva otro ritmo. Recuerdo que en el momento culminante, cuando supuestamente el mundo se iba a quedar a oscuras, la luz ambiente se atenuó un poquito, más o menos como cuando está nublado. A mi alrededor oía comentarios explicando lo que pasaba porque todos habían disfrutado de alguna recomendación para actuar ante el acontecimiento y lo repetían unos a otros: «no mires directamente al sol, esto es un milagro, la fulana se ha liado con el perengano»... Sólo una persona, una mujer vestida de verde, me recomendó que mirase al suelo, y señalaba ahí, adonde la sombra del arbolito se deshace en lunas roídas; un rincón en donde se reflejaba el negativo del firmamento con miles de soles. Era muy hermoso.
Amable lector, es posible que te preguntes a qué viene lo de los soles, o que dudes de si esta columna es metáfora de los tiempos que corren mientras comparas el eclipse con la verborrea que exhiben algunos por mor de su vacío intelectual. Vale, dejo el rollo, en realidad esto no va de políticos, tampoco de simpáticas doctoras vestidas de verde manzana. Va de la rabia que siento por no haber disfrutado del eclipse de luna que se ha visto en Chile y de la frustración por no haber podido jugar con las sombras, quizá, no lo sé, muy parecidas a las que caían bailando sobre los capós de los automóviles.

Comentarios

Entradas más populares

Carta a un niño del Colegio Ramón y Cajal (Cuenca)

Carta abierta al Presidente de Castilla-La Mancha

No me rindo