Rebajas

Ayer me preguntaba frente al espejo de una tienda si el tipo del otro lado era o no era yo. «La duda ofende», me dije, «tiene mis ojos, mi poco pelo e incluso la cicatriz en la frente que me hice de niño: ergo, soy yo». Allí, rodeado de maniquíes, no hallaba más razones para reconocerme en aquella imagen ligeramente cóncava que se movía aparentemente a mi gusto. «Sí, soy yo; además, pensará como yo». El continuo trajín me ocultaba entre quienes rebuscaban sonámbulos en los montones de ropa. «Si piensa como yo, actuará como yo». Tonterías, puesto que la caricatura que me miraba fijamente llevaba el reloj en la derecha, señalaba con la izquierda y no recuerdo haber oído su voz aunque esto quizá fuera por el impresionante guirigay que hay siempre en la bien provista sección de oportunidades. Claro que si no soy yo, a lo mejor es otro... Fue cuando me llené de miedos mientras me escondía tras un montón de calzoncillos divinamente estampados con florecitas amarillas. «Si no soy yo, quién leches es el tipo calvo al que veo cada vez que me asomo al espejo». A esas alturas el segurata ya andaba mosqueado y envió a una gentil vendedora que quiso saber el motivo de mi presencia bajo el expositor. «Se me ha caído la razón ahí debajo, señorita, y no la encuentro», le dije, «si fuera usted tan amable de ayudarme». En la calle hacía frío, un frío glacial porque todavía andan rebajadas las temperaturas; menos mal que conseguí entrar en una librería y pillarme un libro del Paul Auster.

Comentarios

Entradas más populares

Carta a un niño del Colegio Ramón y Cajal (Cuenca)

Carta abierta al Presidente de Castilla-La Mancha

No me rindo