Ghulam

Se trata de una foto, una foto de boda en la que los contrayentes posan sobre el tálamo nupcial: cojines a modo de almohada y una hermosa cortina roja al fondo. En la habitación predominan los colores cálidos, rojos y ocres; también el verde. El blanco de la pureza apenas si aparece en los pantalones del novio que están manchados de grasa y barro. En la premiada instantánea, la novia mira de reojo a su dueño, en sentido literal, como quien ve pasar las noches de otoño, o quizá como quien mira la lámina de una vulgar rana en un libro de ranas. Ghulam Haider, ella, quería ser profesora. Él, Faiz Mohammed, no y se nota. Se acaban de casar como se casan por ahí según es costumbre. Al igual que en toda fotografía, hay alguien al otro lado de la cámara: Stephanie Sinclair, una mujer de treinta y cuatro años a la que el esposo mira con ojillos de carnero seductor; no consta el aspecto de la artista aunque puede deducirse por la escena que lleva también hiyab cubriéndole el cabello y sayo largo escondiendo el resto, ya sabes, «por respeto a tan ancestral cultura». La niña esposa, once años, ha sido entregada a un lobo de cuarenta para que le destroce la vida en sentido literal; es en Afganistán, desde donde los pájaros del color verde Islam levantan el vuelo hacia el paraíso. El drama, con serlo, apenas si representa una gota en el océano de lágrimas del planeta porque una de cada siete mujeres es obligada a casarse antes de cumplir quince años.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
A lo mejor lo de "ancestral cultura" es una ironía, pero yo no estoy de acuerdo con ese tono.

Amadeo López

Entradas más populares

Carta a un niño del Colegio Ramón y Cajal (Cuenca)

Carta abierta al Presidente de Castilla-La Mancha

No me rindo