Vaguedades

Hoy el día se la levantado gris, gris y ventoso. La Agencia Estatal de Meteorología afirma que no va a llover (en mi pueblo se entiende) y, sin embargo, ando algo mosca con el movimiento incontrolado de las nubes que parecen llenas a reventar de agua buena para el campo. Lo de buena, ya sabes, es relativo porque nunca llueve a gusto de todos y a veces cae tanto que arrambla con lo que sea. Hay que ver todo lo que sé desde que estoy recluido en mitad de la nada, harto de tanta paz y tanta puñeta, que voy a tener que ir al médico a que me recete una moto ruidosa o dos.

Hoy va a haber problemas para llenar esta columna, ya verás; la he empezado como si fuera una conversación habitual con el vecino en el ascensor: al del noveno b no le largas una reflexión rollo sobre la luz que los augures vislumbran al final del túnel de la recesión, en absoluto, le hablas del tiempo y de la cosecha de uva, aunque sepas que no tiene ni idea ni interés en el asunto: «oyes, ¿y lo que lleva sin llover?, jolines, jolines; a dónde vamos a ir a parar, estoy antes no pasaba, jolines; la culpa, oyes, la tiene Zapatero por no haber planificado adecuadamente los regímenes pluviales, oyes, oyes, jolines, jolines». Pues eso, que cuando uno empieza con el tiempo y sigue con el ZP, suele acabar hablando de la monísima vecinita del quinto o mismamente del obispo de la diócesis; no me preguntes por qué, pero es así.

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