Haití

Cuando Dante llegó al infierno se hizo acompañar por Virgilio. Dante sabía que para esa visita necesitaba el mejor guía. En el infierno de La Divina Comedia viven los condenados en círculos concéntricos cada vez más estrechos; en el centro reina Lucifer. Dante, que vivió en la Edad Media, nunca pudo imaginar un lugar peor que ése donde los hombres son cocidos en el fuego o congelados en la llanura donde penan los traidores.

Me pregunto qué lugar habría concebido el Divino de haber vivido en nuestro siglo. También sería un territorio desolado, lleno de gente hacinada que vaga en círculos absurdos por un camino roto; un lugar donde nadie comprende la razón de su castigo por lo que allí no crece la esperanza. Tampoco la misericordia. Sería un lugar vacío rodeado de inaccesible abundancia, amarrado al pasado por una tradición intolerable; sin agua, muerto. Y el aire corrompido estaría habitado por los desalmados que se alimentan de la compasión de los hombres. Y los hombres serían negros, como las mujeres. Hombres y mujeres llevados al infierno a la fuerza por gentuza blanca. Y el infierno sería Haití. Seguro. Haití; al oeste de la isla La Española, la primera tierra del Nuevo Mundo.

Los condenados en el infierno literario habían cometido pecados contra Dios. Dante aplicaba sin ninguna compasión las penas porque como hombre que era llevaba en el alma una pizca de crueldad. Los condenados en el infierno haitiano no han cometido más pecado que el de haber nacido en un lugar abominado por nosotros. No es justo que sufran por nuestra cruel indiferencia. ¡Ayudémosles!

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