Muy lejos

El azar me ha llevado a un libro. Es un libro frío, de esos que cuando los coges están fríos, aunque las palabras salten echando chispas para huir a través de las sensaciones del lector a la amígdala cerebral. El azar hizo también que ayer una adolescente se expresara igual que el filósofo que escribió el libro. Los pensamientos de la joven y del filósofo me producen tanto frío que cuando los oigo tengo que correr como un gamo (qué más quisiera yo) a por una manta muy bonita que me compré en una tienda sueca para abrigarme mucho. Dice la joven, abrígate, que la existencia de cada persona se repite como una película que se proyectase una y otra vez en la gran pantalla del universo. Se trata del eterno retorno. La misma gente, los mismos paisajes, los mismos errores, la misma muerte. Todo una y otra vez, horrible. Sin posibilidad de rectificación. El mundo se acaba, quién sabe cómo, y todo vuelve a empezar. Se repiten los dinosaurios, Viriato, el papa Borgia, la penicilina. Cada tantos años, muchos, se vuelve a morir Franco y a Paquirri lo coge un toro en Pozoblanco. Luego me vuelvo a hacer viejo y respondón. Me muero. Después de no sé cuánto, se acaba el mundo a lo mejor por culpa de un tontarra que lo quiera salvar. Y vuelta la borrica al trigo. Menudo mareo.

-¿Y si pudieras qué eliminarías de este carrusel insensato?, -me pregunto yo mismo. Hay tanto. Pero para empezar al Aznar y la Cospedal los pondría en otro universo, uno paralelo. Lejos. Muy lejos.

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