La humanidad de las gallinas

Decir que las gallinas no son humanas es una obviedad. Son gallinas y así se comportan. Tengo tres, una vieja, de alrededor de tres años, que ya no pone huevos, y dos muy jóvenes, de apenas unos meses.

La vieja lo acapara todo, todo se lo come y no permite el paso de las otras hasta que ha quedado saciada, el buche lleno de la avena que guardo en un bidón de plástico a salvo de los ratones.

Las jóvenes tratan de conseguir un grano o una miga de pan duro cuando la provecta descuida alguno de los montones con los que proveo al parvo "ganado".

Esa es la lucha diaria de la que al poco rato me desentiendo pues hay periquitos y perros a los que alimentar.

Entre la faena, para hacerla más liviana, me ocupo en reflexionar sobre el comportamiento de las aves a las que ahora los gorriones están esquilmando la comida (ha aterrizado una bandada de más de cincuenta ejemplares). No son humanos los bichos, pero lo parecen, como tales se comportan, igual que algunos desalmados que ni siquiera hartos de comida se avienen a compartir. Debe de ser la educación o la estulticia, o quizá ambas cosas.

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