El futuro nos persigue
Se acercan los terribles años veinte. El mundo pende del
hilo roto que sostiene un personaje muy escaso de color naranja. Rusia amenaza con
misiles indetectables que pueden llevar armas nucleares, el Reino Unido se va
de Europa porque unos imbéciles convencieron a la mayoría de votantes de que el
Imperio no se comparte. Vox y PP se confunden en un discurso pringoso, caduco,
tan de moda; Ciudadanos hace lo mismo, pero con algo de disimulo, tampoco tanto.
En Argentina, Madrid, Barcelona…, los jóvenes se matan por
un equipo de fútbol, la nueva patria de los desheredados del mundo. Los curas
pederastas lo manchan todo con su semilla podrida. Matan a las mujeres por eso
que en la tele llaman celos; o sea, odio. Un chino ha dado, que se sepa, el
primer paso para acabar con la humanidad que conocemos, el proceso ya no se podrá
parar; silenciar seguro; no quiero ni pensar en cómo serán mis biznietos cuando
el mundo sea un Mundo feliz.
La selección de la especie, antes se hacía a ojo; la gente
con posibles elegía primero y no siempre con acierto. Ahora, un chino loco te
fabrica un par de guachas a medida y se queda tan ancho. Se acabará el olor a
gasolina y a caquita de bebé; entre los motores eléctricos y la mierda perfumada
con jazmín nadie recordará lo que es el frío, ni la noche, ni los grillos, ni…
¡ay, déjame!
El mundo se cae mientras los del PSOE regional se empeñan en
convencernos de que Martínez Guijarro sería un buen alcalde. Algo tendrá que
ver el payo con la cosa de los gorrinos, el millón largo de cerdos en la nueva
provincia odorífera de Gorricuenca; único sitio del mundo donde permanecerá
inalterado el pasado y el futuro llegará cuando desaparezcan los caciques de
Castilla-La Mancha. Lejos lo veo.
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