Lo que te puedo contar
Veo al Rey rechazando una escoba en Mallorca. El monarca va
impecablemente vestido; la escoba y el barro están contraindicados por el
servicio de lavandería de Zarzuela. Entre tanto, García-Page opina de Cataluña con
vehemencia, ejerciendo de barón, empeñado en que las cosas tienen por
obligación que amoldarse a su mirada, y a la del padrino; a Casado ridículo con
la cosa del descubrimiento de América. Los políticos presos, Rufián —¡ay, hija
mía!, el premio Planeta a Posteguillo por una novela feminista de romanos — ¡copona!
—, la boda de Eugenia de York —debe de ser la del jamón cocido—, la selección
de fútbol, el silencio de los gorrinos mientras se adecua la normativa (dicen
que para ser rentable una explotación debe albergar a seis mil cabezas). A Ramón Pérez Tornero con uniforme de gala el día de la
Hispanidad. Y yo con estos
pelos.
El premio Planeta a Posteguillo por una novela feminista de romanos
Himnos, disparos, tormentas tropicales, té muy caliente. Porque
llueve la parra virgen que cubre mi casa se torna roja. Para entrar en calor escucho
flamenco: Rancapino o José Monje, el Habichuela (padre, hijo y espíritu santo),
la Paquera, Rocío Márquez… A veces cuando estoy triste, pongo a Luis Lucena, el
amo de las casetes, (Españolear) y me
meo de risa: «españolear es lo que hacen los turistas cuando vienen por acá». Tengo
que barrer las hojas, ya lo cubren casi todo.
Las uvas aún penden de la parra. Buen alimento para las
últimas avispas y para las gallinas y los tordos que acuden en bandadas. Ha
llegado el otoño, hoy comeré patatas con hongos y mañana, a lo mejor, voy a
Madrid a comprarme ropa en esa tienda barata de la Gran Vía. Y eso es todo lo
que te puedo contar.
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