Memoria





Herminio Lebrero presentó en Cuenca, Facultad de Educación y Humanidades (UCLM), su libro sobre los Lugares de memoria institucionalizada en Cuenca (1877-2017). Historia que perdura. Un magnífico documento que recoge entre otras muchas cosas los lugares que aluden a algún acontecimiento, idea o creencia de carácter político, también religioso, relacionados con Cuenca, capital y provincia. 
El siguiente texto no es una crítica, es un homenaje a la memoria.


Un suceso suele ser recordado en función de cómo le ha ido al narrador; algo así como que la posguerra fue el resultado de una cruzada contra los enemigos de España o un genocidio continuado. El dueño de las palabras tiene la facultad de reconstruir el pasado y lo hace; lealtad, amor, decoro y otras fruslerías han sido utilizadas como látigos para meter en vereda a la gente según unos valores ad hoc; o sea, según la santa voluntad del que manda. El amo del lenguaje, que los académicos de la tal dicen que es el pueblo —los cojones—, dicta la moral, el libre albedrío, la moda e incluso la cordura. En realidad, ya lo decía Aristóteles, somos animales políticos, lo que expresado con muy mala leche podría traducirse en que somos seres gregarios guiados por pastores cada día más gilipollas que necesitan del lenguaje para coexistir; es evidente si escuchamos con atención el discurso mudo de la calle.
En función del relato de los vencedores se reconstruyen los hechos. Es, en definitiva, el poder quien determina lo que fue con la intención de levantar un futuro de creencias y mitos sobre esos cimientos. Durante algunos años, no demasiados, subsiste la voz de los vencidos, un sustrato que hace crecer la mies en secreto hasta que el tiempo permite la revisión del argumentario, la puesta en cuestión de los acontecimientos. Pugnan en la arena visiones contrapuestas, algunas dictadas desde los privilegios perdidos, otras desde la sensatez; de todo hay en la viña. El péndulo va y viene, el poder va y viene, la verdad necesita de una continua revisión.
No existe la Verdad con mayúsculas, existe el ejercicio de su búsqueda, el afán cotidiano de encontrarse como Aquiles con la tortuga, una actividad imposible e inacabable por culpa de la memoria, de esa señora hermosona a la que le gusta adelgazar y moverse de una a otra de las aceras de la Historia. La que crece y mengua según los vientos, enseña u oculta su cuerpo en función de criterios que se escapan al viandante. La memoria que lo mismo sirve para que un don nadie se jacte de haber participado en una lucha de la que en su tiempo renegaba, o para que un anciano olvide sus gestas como cabeza de la familia; por ejemplo. La memoria es también un constructo social que fabrica tradiciones mendaces y traiciones adornadas con hermosos grutescos y palabras como deber y servicio público. La memoria es la chivata, la cascarrabias; la voz de la conciencia o la personificación de la mala gente que cada cual lleva dentro. La memoria se construye con las palabras que evocan las imágenes amarillas. Aunque ya te lo he dicho, lo repito: los dueños de las palabras son los que dan certeza a tus recuerdos, que lo sepas.

Comentarios

hojaldre de ideas ha dicho que…
¡Genial! bravo...

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