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El tiempo es apenas la cáscara de una nuez que flota lánguida
sobre la sopa boba. Es julio. El sol, como una yegua preñada, cabalga cansino por
el cielo. Leo la prensa y me agobio; no soporto el hedor que desprenden los que
mandan: a chorizo rancio, a franquismo casposo, a mierda fusilera. Dice uno muy
listo que el poder debería servir para transformar el mundo; lo han entendido
bien los genoveses pero alguien debía explicarles que cuando se avanza también
se transforma la realidad. ¿Lo entiendes?, cuando se avanza, también se
transforma la realidad, tontarra.
España tiene un problema, desde la transición lo ha tenido: nadie
ha sido condenado por crímenes contra la humanidad. En esa ignorancia, los
cavernarios se han creído intocables; lo son. Son los hijos ideológicos de
aquellos asesinos los que han decidido la exclusión del pobre de las aulas, la
vuelta del Ripalda al sistema educativo, los que sueltan a sus perros de presa
para que muerdan a los heterodoxos, a los disconformes. Tontarras que en su
soberbia, demuestran su imbecilidad.
Aquí estamos, envueltos en nuestra cáscara de nuez, flotando
en el caldo tibio de la sopa boba sin saber que vivimos de nuevo en el tiempo
pasado, cuando los ladrones salían en el telediario inaugurando pantanos. ¿No
has visto cómo su discurso chillón, ridículo, se propaga por todos los medios?
Este julio, las rosas se marchitan en sus tallos. A veces,
el ruiseñor daña la noche con su bellísima melodía. No me resigno. Algunos
medios me enseñan la realidad a través de un estrecho tubo de cartón, solo veo un
pequeño círculo que sin embargo hiede. Pienso en la República, la Tercera; a la
gente no le importan los valores republicanos. La justicia, –controlada en un
70% por jueces reaccionarios, afines a Rouco o a la estela incorrupta del
dictador–, no es la solución. Está la cosa jodida. El futuro, a lo que parece,
seguirá siendo el pasado, siempre el pasado. En breve llegará la leche en polvo
a los colegios e institutos para que nuestros niños no se mueran de hambre
mientras un altavoz de lata escupe los crueles himnos de mi infancia.
Comentarios
Tres tazas para cada uno.
Hemos perdido la moral colectiva, los delincuentes se ríen de nuestra indolencia, no hay causa común que nos cohesione.
Tontarros los que nos mandan y más tontarros los que obedecemos. Nuestra obediencia a lo inmoral es humillante, nuestro sometimiento a los indignos y mangantes es asombroso.
Pueden llevarnos a cualquier tiempo pasado, cuando quieran y como quieran. No somos nadie.
Un abrazo de verano.