Taxonomía social
En el mundo hay dos clases de personas, a saber, los que
hacen lo que les sale de los huevos y los que no. Los primeros, a lo mejor es cosa
de la genética, se miran en el espejo, se quieren y no están dispuestos a
sufrir por nada ni por nadie. Los segundos, no. El azar, la casualidad o un
dios aburrido y cabrón ponen a unos y a otros en diferentes cestas, apiladas;
arriba, los que mandan; debajo, los que obedecen. A veces, como las migas del
pan congelado, alguno cae por entre los mimbres sueltos del canasto: dolor,
espanto, tragedia. Otras, el viento caliente que prepara las tormentas de
verano hace subir a gente como a las pavesas en la hoguera: alegría, jolgorio, sospecha,
tragedia. A la relación que se establece entre lo que sube y lo que baja, lo
llaman democracia que es una cosa muy bonita que tenemos en España y que, como una enfermedad recurrente e incurable, aparece de vez en cuando en forma de
erupciones de colorines en las calles, y ruido, mucho ruido.
Quizá esta taxonomía te parezca incompleta. Pues sí, hay una
tercera cesta, en donde viven tan cómodos las altas jerarquías del clero: el
Papa, Rouco y uno muy gracioso, de Cádiz, que se llama F.J.L.L. (que si será
Paquito, digo yo). Servidor de Dios y de usted creía que esa cesta no tenía
huecos por donde se les colasen los culos; no, este de las iniciales se acaba
de pegar una sonora hostia contra la voluntad de un juez (apuesto dos contra uno a que
antes de quince días lo han soltado). Pero a grandes
males, grandes remedios: quien siga al papa de Roma en el twitter, pasará menos
tiempo en el purgatorio, no sé si minutos, horas o años; depende de las
gilipolleces que le diga al santo padre; a más, menos, amén.
Hay otra cesta, azul, por la que se ha despeñado un tal
Luis Bárcenas. Y otras de otros colores que como una silla de anea vieja dejan
caer excrecencias al suelo donde aparentemente se estampan. Pero no, rebotan y
rebotan en un proceso infinito que nos va a llevar a la ruina, mecachis.
Oyes, y cómo arreglamos esto. No sé, pero sospecho que habrá
que pedir consejo al Dr. Joseph-Ignace Guillotin que en Gloria esté. Y eso.
Comentarios
Abrazos desde Madrid y sus calores.
Nacho.