Mi amigo
La voz que vive en mi ascensor se ha vuelto melancólica. Lo
que antes era puro gozo, hoy es sombra. No sé qué le puede pasar, pero algo
grave le ocurre a ese señor. Cuando dice “subiendo”, un deje de una tristeza
infinita se le desliza por entre las invisibles comisuras. A lo mejor es el
tiempo este tan malo que nos ha vuelto, o el abatimiento acumulado por estar
encerrado eternamente entre cuatro diminutas paredes de hojalata; no lo sé,
solo constato una realidad que me estremece. Para animarlo, lo saludo siempre;
incluso le digo cosas agradables como “amigo del alma” o “tenemos que quedar
para tomar un café” y eso; no parece que dé resultado, ni cuando me miro en el
espejo y hago monerías para que se ría.
Hoy es el Corpus, uno de esos jueves. El ejército de chupatintas que nos desgobierna se ha
empeñado en hacer fiesta. El cielo amenaza con desplomarse, como cada día,
sobre los campos revestidos de un verde exquisito. Estoy cansado, un cansancio leve
pero persistente. Sobre la mesa un revoltijo de papeles, libros de versos ajenos
y lápices romos. Música de la que apenas si extraigo la intención mientras ignoro
el sentido. El sol que pugna por liberarse de la grisura frente a mí, tibio a la vez que impertinente. Es extraño, me
entusiasma el flamenco pero no tengo ningún interés en entender el mensaje.
Algunas golondrinas surcan el cielo a escape en vuelo
rasante. Me pregunto cómo será el tipo que vive en mi ascensor, el color de sus
ojos o si lee libros cuando está solo. Me gusta pensar que en una libreta de
tapas de hule anota las conversaciones de los vecinos; es incluso posible que nos
adivine el pensamiento con la simple contemplación de nuestros gestos en el
espejo. Un trabajo absurdo, a esta casa le basta un cuento de Monterroso. ¿Su
nombre? Cuando hablo con algún desconocido le pongo nombre; a este lo llamaré
Simón. Simón Solo. Me voy a ver qué le parece.
Comentarios
Por cierto, yo también pongo nombres (desde niño) a los personajes con los que me cruzo en función de su cara u otras características: "este tiene cara de Gregorio" o "esta de Lourdes".
El de Simón, que casualidad, es mi última ocurrencia vital!
Te lo contare tomándonos esa cerveza conquense.. :-)
Mi Outlook andaba insistiendo en que lo abriera…
¡Afile los lápices! Ellos lo agradecen. Es tanto el entusiasmo de un lápiz recién afilado.
Ayer fui a la inauguración de una cervecería con cerveza de bodega o qué sé yo. La gente hace como si no pasara nada e inaugura cervecerías. Yo también. También hago como si no pasara nada y acudo a las inauguraciones.
Salude a Simón. A Simón Solo. Si descubre usted que le gusta leer, coméntele este de La hija de Rober Poste, de Stella Gibbons. Se reirá, seguro. Como yo. Mientras sube y baja.
:)