«A
ti qué te pasa, chaval»,
dijo el Body acodado en la barra del bar. El Body no es mi amigo y su sola
presencia me incomoda. No le contesté, me di la vuelta para hablar con el
camarero que dormitaba en la otra esquina. «Que
qué te pasa, tío»,
insistía el figura. En esos casos respiro lentamente o me pongo hecho un
basilisco. Me puse hecho una fiera. Error. Cuando aparezca en tu vida un
narcisista, huye o te amargará la noche. Me la amargó con su argumentario de
sacristía. Si servidor decía que la cal es blanca, él lo negaba: hay cal negra
porque el color de tal mineral es relativo a la presencia o ausencia de la luz
del sol. La rehostia el lumbreras. Otra cerveza, imploraba servidor de usted cada cinco minutos;
esta vez con doble de alcohol y patatas fritas que amortiguan el ruido exterior.
Qué dolor de cabeza más insoportable: la cerveza y la sabiduría del Reader's Digest se llevan muy
malamente. A las cinco de la mañana,
insomne, daba vueltas en la cama y a la cabeza. Qué pecado habré cometido tan
grave que conlleve tan severa penitencia. Entre el Body y la Cospedal me han
fastidiado las vacaciones. La otra, cómetela de vista, callada como una piedra:
algo estará tramando; lo mismo se va con su maridito a cobrar de los de Capio. La
noche, que confunde tintes y formas, me escondió en su caparazón camino del río
a disfrutar de su perturbador sonido.
Ahora que escribo esto, creo que no olvidaré otra vez la
lección. «No», contesta
el listo. «Tú qué vas a recordar con lo tonto que eres, pringado». Pues eso.
Comentarios
Y, «¿Viste la grieta azul de luna rota
que el Júcar moja de cristal y trinos?»
:)