Si tuviera fuerzas
Hay fulanos a los que les tengo prevención. Son los de siempre, pero travestidos en tienda de lujo. Me dan la mano, me sonríen con gesto de hiena hambrienta y me felicitan mirando al suelo: «Qué bien, hermoso; cómo me gusta lo que haces y tal y cual». Servidor aguanta porque dicen «es de bien nacidos...», y mantiene el tipo como puede aunque por todo el espinazo me recorra un escalofrío. Personajes con oficios diversos, esposas hermosas, hijos distinguidos; unos son listos; otros, imbéciles. Algunos utilizan la lengua con precisión, pocos; los más acomodan las palabras a su bajura y destrozan el lenguaje. A todos los une el afán de salvar al mundo para transformarlo en una aldea concebida a su propia imagen y semejanza, en una especie de despotismo sin lustre, cutre, de excelsa mediocridad.
Me dan miedo estos tipos (digo tipos cuando debería incluir ya a algunas mujeres), me da miedo su juventud desabastecida de principios, su desparpajo para obviar lo importante, su indolencia ante un mundo en construcción, roto. Me dan miedo sus decisiones, alianzas, objetivos, carencias. Son los responsables de que fulanos como el que suscribe, (o sea, servidor), hayan perdido la esperanza y acaben refugiados en sí mismos como única opción sobrevivir en lo profundo de un caparazón sobre el que crecen anémonas marinas y ratas de alcantarilla. Si tuviera fuerzas, si tuviera esperanza, lo mismo me liaba la manta a la cabeza y les decía cuatro cosas como que no los necesito, no os necesito, que me sobran vuestras sandeces, vuestras mezquindades, egoísmos, limitaciones. Ya tengo bastante con las mías.
Comentarios
Saludos y gracias.