Niños

Cuando te quieras reír de alguien, no te fijes en sus defectos, imagínatelo de pequeño, con babero del colegio. Piensa en si tenía cara de pillo o de empollón. Si te quieres reír más, trata de adivinar cómo era, si gilipollas o más listo que el hambre. Luego, piensa en cuál sería su comportamiento contigo si hubiera sido tu compañero de clase, si te habría dejado copiar los afluentes del Guadiana por la derecha, si te encubriría cuando hicieses una trastada o si te tocaría a ti salvarlo de las iras de algún maestro cabreado.

Cuando te quieras reír de alguien, por no llorar, no te fijes en sus defectos. Piensa en cómo te iría con él en la discoteca, en si le confiarías un secreto inconfesable o, simplemente en si aguantarías a su lado cinco minutos eternos en silencio, mirando cómo pasa el tiempo tontamente.

A mí, ahora, no me entran ganas de reír; todo lo contrario, por eso me cuesta imaginarme a algunos de nuestros próceres vestidos de comunión, mirando con arrobo a la cámara de un fotógrafo bisojo mientras mamá les arregla los colgajos del trajecito, los peina y les dice pero qué guapo es mi nene. De verdad que no puedo, es posible que la actual imagen de algún prohombre se me agarre con tanta fuerza a la memoria que haya cristalizado ahí como una garrapata que vive de la imaginación ajena. Si no me diera tanta pena, me iba a reír un rato de ellos; pero no soporto el cinismo de algunos ppatriotas que no dudarían en echarnos a la basura.

¡Pulsa sobre la foto!

Comentarios

Entradas más populares

Carta a un niño del Colegio Ramón y Cajal (Cuenca)

Carta abierta al Presidente de Castilla-La Mancha

No me rindo