Espías

Algunos espías españoles del Centro Nacional de Inteligencia, seguramente jefecillos, han provocado un enorme escándalo: ese grupo de rufianes acostumbrados a hacer de su capa un sayo han obligado a dimitir al paisano Saiz. El motivo declarado es falso; en realidad se trata de poder, pues de eso realmente va la llamada inteligencia. Esos aprendices de Mortadelo y Filemón, cuya primera obligación debiera ser la de proteger las cloacas del Estado, se están transmutando en ratas de alcantarilla al servicio de los intereses espurios de Pedro José y, en consecuencia, de Rajoy. Menos mal que la ministra Chacón ha mandado a un militar, el general Sanz, para que ponga orden entre los oficiales de ese ejército de Pancho Villa. Con un poco de suerte, el de Uclés hace una buena escarda y echa a los conspiradores a la calle después de haberlos degradado con deshonor en el patio de «La casa». Claro que lo mismo Aguirre los acoge en su seno. Pero no, Espe no paga traidores, sólo aduladores.
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