Las fotos y el voto

Las famosas fotos de Il Cavaliere se han publicado. De nada le ha servido la censura impuesta en su país alegando no sé qué privacidad de la que según Berlusconi debe disfrutar él y el personal que se solaza en su casa de la Cerdeña. Al final han salido en los papeles las núbiles señoritas que lo acompañaban, chicas hermosísimas con las tetas al aire; aparece además un erecto gentilhombre que según las malas lenguas es un ex primer ministro checo; pero, como el paparazzi es un puritano, ha entregado las fotos con las cabezas pixeladas.
El caso es que Silvio, gravemente afectado por el síndrome del ogro tragaldabas (ya sabes: «huele a carne fresca»), sale rodeado de un escogido ramillete de señoritas captadas en los estudios televisivos; además, como no es egoísta ha puesto el ganado a disposición de sus más íntimos amigos para que se deleiten en contemplación de tanta belleza. El asunto, digno de un crápula, no tendría más trascendencia si todo el licencioso personal fuera mayor de edad como parece deducirse de los atributos que se observan; o si el organizador del sarao no fuera el primer ministro de un Estado europeo. Un viejo verde puede hacer lo que le dé la gana (qué va a hacer, mirar y ya), pero si el libertino es un pilar de la patria...
Todavía me sorprende cómo Italia puede prescindir de las instituciones; sin embargo, en España sería un lujo que no nos podemos permitir. Además, para distinguirnos, mañana deberíamos votar en conciencia, porque esos tipejos nadan bastante bien en el caldo de la abstención.

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