La Tribuna

Aunque sea más falso que un grabado de Dalí, me apetece decir que la prensa es un baluarte de libertad en el árido paisaje de la política. Sé que no es verdad, pero creo que es posible: esa es la virtualidad de un periódico, una de las convenciones por las que nos ponemos cada día a la lectura de sus páginas. Como no estoy muy seguro de lo que digo, leo frases escritas por grandes hombres defendiendo a los medios, su pluralidad e independencia; curiosamente estos mismos próceres suelen intentar a la vez y bajo mano el control de la información que los medios producen. Conclusión: no es verdad lo de la libertad ni lo de la pluralidad, no existe la independencia porque el control de la información es poder; sin embargo, aún me conmueven las noticias sobre el cierre de algún medio de comunicación.
La crisis se lleva a la Tribuna de Cuenca y a la de Guadalajara. Y lo siento, no porque se acabe la competencia que dicen que es enriquecedora (milongas), ni porque se resienta la diversidad en la crítica (¡tururú!). Lo siento porque un montón de personas se van a la puñetera calle, a empezar de nuevo, a engrosar la estadística. Estos hombres y mujeres con los planes rotos son de los nuestros, personas de carne y hueso cuyo oficio ha sido pregonar día tras día en su Tribuna lo que pasa por estas tierras, no sin sufrir la presión, a veces insoportable, de los que ahora callan. Cuando los dos periódicos provinciales desaparezcan definitivamente, habrá más lamentos, pero entonces será tarde.

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