Columnistas

Quizá una de las mayores dificultades que les ocasiona el trabajo sea la de distinguir con nitidez entre realidad y deseo; porque el columnista, al igual que el enamorado, cuando escribe no ve más allá de sus narices y todos los gatos le parecen pardos; todos, no: el minino que lleva encaramado al sombrero es sublime, no sé si el adjetivo sublime se puede aplicar a un gato piojoso. Este rollo viene a que ahora al personal le ha dado por predecir lo que va a hacer el presidente con respecto a sus ministros; saben a ciencia cierta si los va a tirar al contenedor de ministros usados o no. Curiosamente, los «analistos» afirman que Zp se va a cepillar al sursum corda empezando por la vicepresidenta (la mejor), luego a Solbes, después a Magdalena de Fomento... No se olvidan ni de la ministra de Vivienda ni de la de Igualdad, sobre todo si el plumilla es un señor de pelo en pecho, como los de antes. Se salvan la señora Chacón porque sabe mandar, Rubalcaba que nació con flotador, y el de sanidad que es un señor también muy listo y muy bien educado. Los agoreros han puesto incluso la fecha, a partir del dos de abril (el tres), para la escarda. A mí me trae al pairo a quién designe para dirigir tal o cual cartera, aunque, lo confieso, me gustaría que nombrase a algún amiguete para que me deje dar una vuelta en el sillón por el despachito; de otra manera, jamás sabré de las ventajas de dedicarse al servicio del bien común.

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