Agua para todos

Confieso que hasta el miércoles había tenido claro lo del agua. Siempre he pensado que la gestión de tan valioso elemento era un asunto de Estado, pero ha llegado la «espontánea» manifestación en Murcia y me he convertido. Medio millón de personas no se pueden equivocar: «agua para todos»; pero qué puñetas quieren decir. No hay que ser muy astuto para saber que con la frasecita exigen que les llegue el líquido elemento hasta la huerta, o hasta el campito de golf, por lo menos hasta que los niños de Murcia puedan ser, según una pancarta, agricultores como papá. Con eso de «agua para todos» no quierem decir que estén dispuestos a compartir una parte del líquido elemento (que no es suyo) con nadie, puesto que cuando planifican el crecimiento de su región no tienen en cuenta en absoluto nuestras necesidades y construyen como si esa agua fuera exclusivamente suya; mientras, aquí, aún pasa de largo por la puerta de muchos pueblos de Cuenca y Albacete, sin dejar en su trayecto más agua que la que el sol le arranca con insistencia, el mismo sol que nos seca los campos.
Lo curioso de la manifestación es que los partidos, a falta de un auténtico plan hidrológico, apoyen una cosa aquí y otra distinta allá. A lo mejor es que ya no tienen una visión de España o que, como siempre, esta parte de España donde vivimos sea de tercera. Otra cosa es el discurso de la señora Cospedal: de una ambigüedad calculada, apenas si sirve para repartir sonrisas y trágalas entre nuestros tan bien enseñados paisanos.

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