El voto

Todavía no lo he decidido, pero el primer martes después del primer lunes de noviembre pienso votar. No me importa no tener derecho a ejercer tan sagrado deber, voy a votar mirando fijamente la urna de papel e introduciendo un poquito de libertad en su sacrosanto seno. ¿Pero a quién? Sin duda a la Palin porque, si gana, lo que nos vamos a reír cuando describa en voz alta la realidad mundial desde su muy particular punto de vista; aunque si le da por invadir algo lo mismo nos la lía. ¡Bah!, da igual, a la Plain, por supuesto. Claro que en el paquete viene de regalo un ancianito un poco chusco. Entonces no, lo siento mucho pero a la Sarah Palin, no. ¿Al Obama, quizás? Tampoco, porque dice que lo va a cambiar todo y, quita quita, no estoy para cambios que lo dejan todo revuelto.
Decidido: votaré al alcalde de mi pueblo. Ese sí que sí. Se me ha hecho viajero y besucón; que si ahora se hermana con unos; pasado mañana, con otros; creo que sólo pone una condición, que el pariente ande lejos; cuanto más lejos, mejor. Lo voy a votar, sí, a él y a esos tan graciosos que han redactado un informe sobre la familia conquense. La asociación para no sé qué. No, gratis no creo que lo hayan hecho. Algo habrán cobrado. Unas perrillas para seguir con su campaña a favor de la familia auténtica, la de verdad, con papeles. Tampoco a Pulido. Pues al Aznar. ¡Lagarto!
Ya verás tú cómo al final me voy a tener que abstener.

Comentarios

Entradas más populares

Carta a un niño del Colegio Ramón y Cajal (Cuenca)

Carta abierta al Presidente de Castilla-La Mancha

No me rindo