Héroes

En Cuenca, hace muchos años, vivía Adolfo Bravo. Era un buen hombre, un poco botarate, pero buena gente. Tenía virtudes y defectos, como tú, quizá más virtudes; sin embargo, no tuve el gusto de tratarlo lo suficiente como para conocer la causa su desasosiego. Bravo era el último carlista de una larga retahíla de paisanos, a lo mejor por eso ni siquiera era tradicionalista, y de aquella anquilosada ideología apenas si reivindicaba la legitimidad dinástica, la boina colorada y el himno que cantaba a grandes voces cuando se lo pedíamos los guachos: entre todos, gracias al adoctrinamiento fascista de entonces, formábamos un orfeón esperpéntico: «Por Dios por la patria y el rey / lucharon nuestros padres. / Tatí, tatí». A veces, Bravo desaparecía de escena lo que coincidía siempre con la llegada de algún ministro de Franco; como crío jamás sospeché la razón de sus ausencias hasta que él mismo me contó cómo los policías lo detenían para que con su vozarrón de tenor no les soltase alguna fresca a todos aquellos tipos tan repeinados. Un día, cuando servidor de Vd. estudiaba magisterio, es un decir, llegó al salón de actos donde don José Torralba nos aguantaba con su paciencia infinita. Llevaba en la mano un papel pautado con un montón de hormigas pintarrajeadas. «¡Bravo!», exclamamos con cierto tono de choteo. Le dio la partitura al profesor y dijo no sé qué de una obertura que había soñado por la noche. Fue un momento mágico: aquello sonaba a música conocida, a lo mejor de Mozart; luego tuvimos que bajar la mirada porque aquel héroe lloraba junto al piano.



Foto: Arturo Luján
Arturo me ha enviado esta foto de Bravo. Ha sido un regalo espléndido que me ha producido una inusual sensación de ternura. ¡Gracias, amigo!

Comentarios

Nacho ha dicho que…
No conocía la historia de este hombre, pero temo que la curiosidad me haga indagar más.

Gracias por este recuerdo. Si tienes tiempo y ganas, ando de estreno bloggero, tras el descanso vacacional.

Ah, y un fuerte abrazo a todos,

Nacho.

Entradas más populares

Carta a un niño del Colegio Ramón y Cajal (Cuenca)

Carta abierta al Presidente de Castilla-La Mancha

No me rindo