Virtudes

En España cuando uno triunfa, siempre hay un enterado que se encarga de buscarle los defectos, lo digo por José Tomás. En América no pasa (pienso en Sarah Palin que es la gobernadora de Alaska); tampoco en Marruecos (ahora voy por el clérigo que promueve las bodas con niñas de nueve años con edictos donde pondera a las crías porque «dan mejores prestaciones» que las veinteañeras, parece que habla de coches). Lo confieso, a mí los toros no me gustaban y a veces, si lo pienso con la cabeza de pensar me siguen horrorizando, pero un día de agosto vi al torero de Galapagar en la plaza de Cuenca sacando leche de una alcuza: me he vuelto creyente; lo siento por los antitaurinos y más aún por los seguidores de Perera, una auténtica legión que critica al republicano sólo por joder la marrana. Quede claro que todavía no me he inscrito en el partido de Bush, todo se andará, y que desde luego tampoco me he convertido al Islam, aunque nunca se puede decir de esta agua no beberé. El caso es que me he estudiado los pases tan hermosos del diestro, hice dos o tres fotos muy «bonitas», y cada vez que las miro me corre un hilillo de baba al rememorar las ajustadas chicuelinas a Braserino, un cuatreño cárdeno con poca fuerza a pesar de llevar en el lomo la divisa de La Palmosilla. Eso debe de ser la fe. La esperanza vendría porque no ganen ni el McCain ni la Palin. Y la caridad. una colecta para una institución especializada en clérigos necios.

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