El botellón

Se ha levantado de muy mal humor. A lo mejor ha sido el garrafón de anoche. El café lo despierta; «si no fuera por el café…», piensa. Se viste. Hoy, más de treinta y cinco grados a la sombra; «menos mal que hay aire acondicionado». Enciende el aparato; no funciona. El malestar acrecienta el cabreo. Los funcionarios que lo saben huyen por lo rincones: «menudo viene éste». Cuando está así necesita un enemigo en el que centrar su ira. Los extremeños; no, el paleto de Suñé ya se ha encargado de ellos. No es un paleto, es un gilipollas. ¡Ah! Los catalanes suelen ser útiles para hacerse propaganda en el centro de España pero tal y como vienen los tiempos habría que cuidar las formas. En lugar de buscar enemigos, busquemos aliados. ¿Los viejos o los jóvenes? Jóvenes. Primero definir el marco de trabajo: qué es un joven, «a qué dedica el tiempo libre», qué fue antes el joven o la gallina. Las respuestas están en el periódico. Desde el punto de vista de un tal Vieco, concejal, un joven es un odre vacío que necesita ser llenado, pero a un precio razonable; odio eterno los que quieren prohibir el botellón: pan y circo para una juventud altamente alienada; pero eso solo si atendemos a lo que dice el edil. El cabreado protagonista de esta historia ha visto el negocio. En la carpeta de reflexiones plenas escribe: «¿A los jóvenes les gusta más el calimocho o el whisky con hielo? Con los presupuestos de la capitalidad europea de la cultura, haremos una cata con encuesta incluida».

Comentarios

Entradas más populares

Carta a un niño del Colegio Ramón y Cajal (Cuenca)

Carta abierta al Presidente de Castilla-La Mancha

No me rindo