Verano

Aunque pasan leves, los días se estiran hasta las tantas cuando acaban deshaciéndose en humo y besos junto al río. Las riberas y los bares, endoselados de estrellas, se pueblan de gente, sobre todo jóvenes, que rompen las horas con el vigor de la sangre. En el campo los girasoles han florecido o no levantan una cuarta del suelo. El reloj se ha vuelto loco en todas partes y apenas si araña el rostro de la gente, cabalga el tiempo ligero porque es verano, también para las moscas y las hormigas.
Pero tanta levedad no impide que en los medios suenen los mismos ruidos, las mismas voces repitiendo lo mismo como una letanía que es necesario aprender y recitar junto a una cerveza fresquita: crisis. Y la atmósfera se contagia con el vinagre de los pepinillos y las cebolletas. Crisis. Entonces corren coches y motos rompiendo la noche. Crisis. Y a los políticos les da por legislar, o sea, prohibir. Crisis y sube el pan un doce por ciento, del diesel ni hablo. Crisis y los pájaros cantan porque no tienen necesidades y se conforman con cuatro bichos y un puñadito de alpiste.
Es verdad que hay quienes lo están pasando mal porque algunas empresas aprovechan para reestructurarse con la vista puesta en los beneficios, por eso las palabras poco a poco se van llenando de pánico, aunque estos no saben que de tanto uso acabarán perdiendo todo su significado hasta que no den ni pizca de miedo. Entonces la cerveza seguirá tan fría y el verano tan hermoso como éste, estoy seguro.

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