Europa












El olor a serrín es de la infancia, de cuando volvían los hombres de trabajar a las tantas con el pelo resinoso y los brazos negros; nadie pretendía esconder los olores bajo el espray desodorante porque la gente no olía mal, olía a trabajo, a humo, a tortilla de patatas o a espliego, (la roña no huele). Es verdad que en todas las casas no había agua por lo que los niños debían deambular de arriba abajo con un cubo de zinc que medio llenaban en la fuente donde se criaban unos hermosísimos renacuajos de sapo partero; tampoco había coches salvo aquellos enormes autocares de hojalata. No añoro aquellos tiempos.

Diez horas cada día por seis días a la semana: sesenta. Cuando estaban hartos de trabajar como mulos tomaban la maleta de cartón y un tren borreguero y marchaban a Alemania donde había democracia y sindicatos. Muchos han vuelto a tostarse a las orillas del mar, viejos, hablando un español que suena a lata. Los que aquí se quedaron sufriendo la insoportable estulticia de aquellos tiempos solían descansar el domingo gracias a una ley de mil novecientos cuarenta que por supuesto no era de aplicación a los trabajadores del espectáculo o al sufrido servicio doméstico; ni a los guardias... Ahora llega Europa y la madre que la parió a poner ni más ni menos que sesenta y cinco horas semanales y nosotros sin una jodida ley como aquella que nos obligue a ir a misa para estar mano sobre mano y no en la sierra dale que te pego; no tenemos descanso obligatorio pero tenemos sindicatos mudos y partidos de plástico y la madre que los parió.

Comentarios

Entradas más populares

Carta a un niño del Colegio Ramón y Cajal (Cuenca)

Carta abierta al Presidente de Castilla-La Mancha

No me rindo