Cita previa

Mi DNI caduca en septiembre y como soy un hombre prevenido me acerco al teléfono adecuado, 902 y tal, donde una voz metálica se chotea de mí con un humor que no soy capaz de entender; el caso es que pulsando uno y diciendo sí me entretienen un puñado de tiempo. El final es glorioso: «no es posible ofrecerle una cita a medio plazo». Sin cita no hay rollo; para que no me enfade mucho con el bicho, el ordenador digo, me ofrecen un número novecientos a toda pastilla. Llamo, cabreado como una mona y una voz melodiosa y harta de tipos como yo me para los pies con dulce acento caribeño. A lo que vamos, después me informa de que se ha caído el sistema. «–¿El sistema? –Sí caballero, el sistema de toda España. –¿Qué me dice, señorita? –Lo que oye. –Pues deme una cita a largo plazo, usted lo apunta en una libreta y ya está. –Es imposible». Doy las gracias: la operadora empieza a mosquearse porque como yo en este país somos un montón.
El sistema, la máquina... Y ¿cómo se cae un sistema?, y ¿qué será un sistema, ¿es posible que cuando no había sistemas yo acudiera a la comisaría donde un funcionario me tomaba las huellas, las fotos y las perras en un visto y no visto? Pero claro, con la llegada de la informática, (aparte: qué buena es) y la de algún «oficinisto» tendré que esperar no sé cuántos meses para poder estar identificado como el Estado quiere. Pero mientras tanto seré, como el jefe del sistema, otro indocumentado.

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